¿Cuáles son las leyes sobre los votos en Números 30?

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En el Libro de Números, capítulo 30, encontramos una exposición detallada de las leyes sobre los votos, un tema que revela mucho sobre el tejido social y religioso del antiguo Israel. Este capítulo es parte del Pentateuco, los primeros cinco libros de la Biblia, que son fundamentales tanto para las tradiciones judía como cristiana. Las leyes sobre los votos, tal como se articulan en Números 30, proporcionan una visión de los valores de compromiso, integridad y las estructuras sociales jerárquicas de la época.

El capítulo comienza con Moisés hablando a los jefes de las tribus de Israel, subrayando la importancia del mensaje que está a punto de entregar. Este contexto sugiere que las leyes sobre los votos no solo eran religiosas, sino que también tenían importantes implicaciones sociales.

"Si un hombre hace un voto al Señor, o jura un juramento para obligarse con una promesa, no romperá su palabra. Hará conforme a todo lo que salga de su boca." (Números 30:2, ESV)

Este versículo inicial establece un estándar claro: un hombre que hace un voto al Señor o se obliga con un juramento debe cumplir su compromiso sin excepción. El énfasis aquí está en la responsabilidad personal y la sacralidad de la palabra de uno. En una sociedad donde los contratos escritos eran raros, los compromisos verbales tenían un peso inmenso. Este principio se repite a lo largo de las Escrituras, enfatizando la importancia de la veracidad y la fiabilidad. Por ejemplo, en Eclesiastés 5:4-5, leemos:

"Cuando hagas un voto a Dios, no tardes en cumplirlo, porque él no se complace en los necios. Cumple lo que prometes. Es mejor que no hagas votos a que hagas votos y no los cumplas." (ESV)

Los versículos siguientes en Números 30 abordan escenarios específicos que involucran a mujeres, reflejando la estructura patriarcal de la sociedad israelita antigua. Estas leyes son matizadas, teniendo en cuenta los diferentes estatus sociales y situaciones de vida de las mujeres.

"Si una mujer hace un voto al Señor y se obliga con una promesa, mientras está en la casa de su padre en su juventud, y su padre oye su voto y su promesa con la que se ha obligado y no dice nada, entonces todos sus votos se mantendrán, y toda promesa con la que se ha obligado se mantendrá." (Números 30:3-4, ESV)

Aquí, el texto reconoce la autoridad del padre sobre su hija mientras ella aún está en su hogar. Si el padre oye su voto y no se opone, el voto se mantiene. Sin embargo, si el padre desaprueba al escucharlo, tiene la autoridad para anular el voto:

"Pero si su padre se opone el día que lo oye, ningún voto de ella y ninguna promesa con la que se ha obligado se mantendrá. Y el Señor la perdonará, porque su padre se opuso." (Números 30:5, ESV)

Esta disposición protege a la mujer de estar obligada por un voto que su padre considera inapropiado o gravoso. También subraya el papel del padre como cabeza del hogar, responsable del bienestar de su familia.

El capítulo luego aborda los votos hechos por mujeres casadas:

"Si se casa con un marido, mientras está bajo sus votos o cualquier declaración irreflexiva de sus labios con la que se ha obligado, y su marido lo oye y no le dice nada el día que lo oye, entonces sus votos se mantendrán, y sus promesas con las que se ha obligado se mantendrán." (Números 30:6-7, ESV)

En este caso, el marido tiene la autoridad para mantener o anular los votos de su esposa. Si él oye el voto y permanece en silencio, el voto se mantiene. Sin embargo, si se opone el día que lo oye, puede anular el voto:

"Pero si, el día que su marido lo oye, se opone, entonces anula su voto que estaba sobre ella, y la declaración irreflexiva de sus labios con la que se ha obligado. Y el Señor la perdonará." (Números 30:8, ESV)

Esta disposición refleja la ley anterior sobre un padre y su hija, reforzando el papel del marido como cabeza del hogar. El texto también reconoce que algunos votos pueden hacerse irreflexivamente, proporcionando un mecanismo para que sean anulados si se consideran inapropiados.

Para las viudas y las mujeres divorciadas, la ley es diferente:

"Pero cualquier voto de una viuda o de una mujer divorciada, cualquier cosa con la que se haya obligado, se mantendrá contra ella." (Números 30:9, ESV)

En estos casos, la mujer es completamente responsable de sus votos, ya que no está bajo la autoridad de un padre o marido. Esto refleja un grado de autonomía y responsabilidad para las mujeres que ya no forman parte de un hogar patriarcal.

El capítulo concluye resumiendo el principio general:

"Estos son los estatutos que el Señor ordenó a Moisés sobre un hombre y su esposa y sobre un padre y su hija mientras ella está en su juventud en la casa de su padre." (Números 30:16, ESV)

Este versículo final encapsula la esencia de las leyes sobre los votos, destacando la importancia del compromiso y la estructura social jerárquica que gobernaba la sociedad israelita antigua.

Las leyes en Números 30 revelan un profundo respeto por el poder de las palabras y las promesas. En una cultura donde la palabra de uno era un contrato vinculante, la integridad de los votos era primordial. Las disposiciones para que los padres y maridos anulen los votos reflejan una medida protectora dentro del sistema patriarcal, asegurando que los votos hechos por mujeres no conduzcan a dificultades indebidas o complicaciones sociales.

Desde una perspectiva teológica, estas leyes subrayan la seriedad con la que Dios ve nuestros compromisos. Jesús mismo repitió este principio en el Nuevo Testamento cuando enseñó sobre los juramentos:

"De nuevo habéis oído que se dijo a los antiguos: 'No jurarás en falso, sino que cumplirás al Señor tus juramentos.' Pero yo os digo: No juréis en absoluto, ni por el cielo, porque es el trono de Dios, ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies, ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey. Y no juréis por vuestra cabeza, porque no podéis hacer blanco o negro un solo cabello. Que lo que digáis sea simplemente 'Sí' o 'No'; cualquier cosa más que esto proviene del mal." (Mateo 5:33-37, ESV)

La enseñanza de Jesús eleva el principio de integridad en el habla, sugiriendo que nuestras palabras cotidianas deben ser tan confiables como un voto formal. Esta continuidad entre el Antiguo y el Nuevo Testamento destaca la importancia perdurable de la honestidad y la fiabilidad en nuestras relaciones con Dios y con los demás.

En conclusión, las leyes sobre los votos en Números 30 proporcionan una ventana a los valores y estructuras sociales del antiguo Israel. Enfatizan la sacralidad de la palabra de uno, los roles protectores de los padres y maridos, y la responsabilidad última de los individuos por sus compromisos. Estos principios continúan resonando en las discusiones contemporáneas sobre integridad, responsabilidad y el poder de nuestras palabras.

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