El concepto de libre albedrío es un tema profundo e intrincado dentro de la teología cristiana. Ha provocado numerosos debates entre eruditos, teólogos y creyentes a lo largo de la historia de la Iglesia. Para explorar lo que la Biblia dice sobre el libre albedrío, debemos adentrarnos en varias escrituras y perspectivas teológicas para entender cómo coexisten la libertad humana y la soberanía divina.
La Biblia afirma la realidad del libre albedrío, presentando numerosos casos en los que los seres humanos tienen la opción de obedecer o desobedecer a Dios. Desde el principio, en el Jardín del Edén, vemos a Dios dando a Adán y Eva la libertad de elegir. En Génesis 2:16-17, Dios ordena a Adán: “Puedes comer de cualquier árbol del jardín; pero no debes comer del árbol del conocimiento del bien y del mal, porque cuando comas de él ciertamente morirás.” Esta directiva implica la presencia de elección y la capacidad de ejercer el libre albedrío.
A lo largo del Antiguo Testamento, encontramos varios llamados a elegir la obediencia a Dios. En Deuteronomio 30:19-20, Moisés se dirige a los israelitas, diciendo: “Hoy pongo al cielo y a la tierra como testigos contra ustedes de que he puesto ante ustedes la vida y la muerte, bendiciones y maldiciones. Ahora elijan la vida, para que ustedes y sus hijos vivan y para que amen al Señor su Dios, escuchen su voz y se aferren a él.” Este pasaje subraya la importancia de la elección humana en responder a los mandamientos de Dios y la naturaleza consecuente de esas elecciones.
El Nuevo Testamento continúa enfatizando la importancia del libre albedrío. Las enseñanzas de Jesús a menudo destacan la necesidad de una decisión personal para seguirlo. En Mateo 7:13-14, Jesús dice: “Entren por la puerta estrecha. Porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos entran por ella. Pero pequeña es la puerta y angosto el camino que lleva a la vida, y solo unos pocos la encuentran.” Aquí, Jesús presenta una clara elección entre dos caminos, instando a sus oyentes a elegir el camino estrecho que lleva a la vida.
Además, la invitación de Jesús a seguirlo se extiende a todos, pero requiere una respuesta voluntaria. En Mateo 16:24, Jesús declara: “El que quiera ser mi discípulo, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga.” Este llamado al discipulado está abierto a todos, pero requiere una decisión consciente de seguir a Jesús y abrazar el costo del discipulado.
El apóstol Pablo también habla sobre el ejercicio del libre albedrío en sus cartas. En Romanos 6:16, Pablo escribe: “¿No saben que cuando se ofrecen a alguien para obedecerle como esclavos, son esclavos de aquel a quien obedecen, ya sea del pecado, que lleva a la muerte, o de la obediencia, que lleva a la justicia?” Las palabras de Pablo destacan la elección entre vivir en pecado o vivir en justicia, enfatizando el papel de la agencia humana en determinar la condición espiritual de uno.
Sin embargo, la discusión del libre albedrío en la Biblia también debe considerar la doctrina de la soberanía divina y la predestinación. La tensión entre el libre albedrío y la voluntad soberana de Dios es un tema central en la teología cristiana. La Biblia enseña que Dios es soberano sobre toda la creación y que sus propósitos prevalecerán en última instancia. Proverbios 16:9 dice: “En su corazón, los humanos planean su curso, pero el Señor establece sus pasos.” Este versículo refleja la creencia de que, aunque los humanos hacen planes y elecciones, en última instancia es Dios quien dirige sus caminos según su voluntad divina.
El apóstol Pablo aborda el concepto de predestinación en su carta a los Efesios. En Efesios 1:4-5, Pablo escribe: “Porque nos escogió en él antes de la creación del mundo para ser santos y sin mancha delante de él. En amor nos predestinó para ser adoptados como hijos suyos por medio de Jesucristo, según el buen propósito de su voluntad.” Este pasaje sugiere que la elección y predestinación de Dios están arraigadas en su amor y voluntad soberana, precediendo la acción y decisión humana.
De manera similar, en Romanos 8:29-30, Pablo dice: “Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó para ser conformados a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos y hermanas. Y a los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; a los que justificó, también los glorificó.” Estos versículos enfatizan la presciencia y predestinación de Dios en el proceso de salvación, indicando que el plan de Dios para los individuos está establecido antes de que tomen cualquier decisión.
La interacción entre el libre albedrío y la soberanía divina es un misterio que ha sido explorado por muchos teólogos. Agustín de Hipona, uno de los primeros Padres de la Iglesia, articuló una visión que reconcilia el libre albedrío con la soberanía divina. En su obra