¿Quién es Dios según la Biblia?

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Comprender quién es Dios según la Biblia es un viaje profundo que abarca la totalidad de las Escrituras, desde el Génesis hasta el Apocalipsis. La Biblia presenta a Dios como la figura central de todas sus narrativas, y su descripción de Él es rica, multifacética y profundamente convincente. Para captar la representación bíblica de Dios, debemos explorar Su naturaleza, atributos y acciones tal como se revelan tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento.

La Biblia comienza con una poderosa declaración en Génesis 1:1: "En el principio, Dios creó los cielos y la tierra." Esta declaración inicial establece a Dios como el Creador, el origen de todo lo que existe. La palabra hebrea para Dios aquí es "Elohim", que, curiosamente, es una forma plural, insinuando la complejidad de la naturaleza de Dios incluso mientras afirma Su singularidad. Esta complejidad se desentraña aún más a lo largo de las Escrituras.

La naturaleza de Dios se revela como tanto trascendente como inmanente. Él es trascendente, lo que significa que existe más allá e independientemente del universo creado. Isaías 55:8-9 captura esta trascendencia: "Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, declara el Señor. Porque como los cielos son más altos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos y mis pensamientos que vuestros pensamientos." Dios no está confinado por el tiempo, el espacio o la materia; Él es eterno, omnipresente, omnisciente y omnipotente.

Sin embargo, Dios también es inmanente, lo que significa que está presente y activo dentro de Su creación. Esta inmanencia se retrata bellamente en el Salmo 139:7-10: "¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿O a dónde huiré de tu presencia? Si subo a los cielos, allí estás tú; si en el Seol preparo mi lecho, allí estás tú. Si tomo las alas del alba y habito en el extremo del mar, aun allí me guiará tu mano y me sostendrá tu diestra." Dios está íntimamente involucrado en la vida de Su pueblo, guiando, sosteniendo y cuidándolos.

Una de las revelaciones más significativas de la naturaleza de Dios en el Antiguo Testamento es Su relación de pacto con Su pueblo. En Éxodo 3:14, Dios revela Su nombre a Moisés como "YO SOY EL QUE SOY" (Yahvé). Este nombre significa la autoexistencia de Dios, Su presencia eterna y Su naturaleza inmutable. Él es el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, que hace pactos con Su pueblo, prometiendo ser su Dios y ellos Su pueblo (Génesis 17:7).

Los atributos de Dios se revelan aún más a través de Sus acciones e interacciones con la humanidad. Él es santo, como se ve en la visión de Isaías del Señor en Isaías 6:3, donde los serafines claman: "¡Santo, santo, santo es el Señor de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria!" La santidad de Dios significa Su pureza absoluta, perfección moral y separación del pecado. Él es justo y recto, como declara el Salmo 89:14: "Justicia y juicio son el cimiento de tu trono; misericordia y verdad van delante de tu rostro."

Dios también es representado como amoroso y misericordioso. Una de las expresiones más profundas del amor de Dios se encuentra en el Nuevo Testamento, en Juan 3:16: "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna." Este versículo encapsula la esencia del plan redentor de Dios a través de Jesucristo, Su Hijo. El amor de Dios es sacrificial, incondicional y dirigido a la salvación de la humanidad.

El Nuevo Testamento continúa revelando la naturaleza de Dios a través de la persona de Jesucristo. En Juan 1:1-3, leemos: "En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho." Aquí, Jesús (el Verbo) es identificado como Dios, coeterno con el Padre y activo en la creación. Este pasaje introduce el concepto de la Trinidad, que, aunque no se nombra explícitamente en la Biblia, es una doctrina derivada de la totalidad de las Escrituras.

La Trinidad describe a Dios como un Ser en tres Personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Cada Persona es completamente Dios, compartiendo la misma esencia divina, pero distinta en sus roles relacionales. La Gran Comisión en Mateo 28:19 refleja esta naturaleza trina: "Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo." La Trinidad es un misterio que supera la comprensión humana, pero es fundamental para entender la plenitud de la revelación de Dios en la Biblia.

Jesucristo, la segunda Persona de la Trinidad, encarna la plenitud de Dios en forma humana. Colosenses 2:9 afirma: "Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad." A través de Su encarnación, vida, muerte y resurrección, Jesús revela el carácter, la voluntad y el plan redentor de Dios. Él es la "imagen del Dios invisible" (Colosenses 1:15), haciendo conocido al Dios invisible a la humanidad. Las enseñanzas, milagros y amor sacrificial de Jesús proporcionan una comprensión tangible y personal de quién es Dios.

El Espíritu Santo, la tercera Persona de la Trinidad, continúa la obra de Dios en el mundo y en la vida de los creyentes. Jesús prometió la venida del Espíritu Santo en Juan 14:16-17: "Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre, el Espíritu de verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no le ve ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros y estará en vosotros." El Espíritu Santo empodera, guía, convence y consuela a los creyentes, haciendo real la presencia y el poder de Dios en sus vidas diarias.

La Biblia también retrata a Dios como soberano, reinando sobre toda la creación con autoridad y control supremos. Efesios 1:11 habla de Dios como "aquel que hace todas las cosas según el designio de su voluntad." La soberanía de Dios nos asegura que nada sucede fuera de Su conocimiento y permiso, y Él está activamente obrando todas las cosas para Su gloria y el bien de aquellos que lo aman (Romanos 8:28).

Además, la fidelidad de Dios es un tema recurrente a lo largo de las Escrituras. Lamentaciones 3:22-23 proclama: "Por la misericordia del Señor no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad." La fidelidad de Dios significa que Él es confiable, digno de confianza y fiel a Sus promesas. Él permanece constante e inmutable, proporcionando una base firme para nuestra fe y esperanza.

Además de Sus atributos, las acciones de Dios en la historia revelan Su carácter y propósitos. La Biblia relata numerosas instancias de la intervención de Dios en los asuntos humanos, demostrando Su poder, justicia, misericordia y amor. Desde la liberación de los israelitas de Egipto hasta el envío de Su Hijo para la salvación del mundo, las acciones de Dios testifican de Su participación activa en Su creación.

La revelación última de Dios viene a través de Jesucristo. Hebreos 1:1-3 declara: "Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo; el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder." Jesús es la revelación definitiva de Dios, dando a conocer Su naturaleza, voluntad y plan redentor.

En resumen, la Biblia presenta a Dios como el Creador, Sustentador y Redentor de todas las cosas. Él es trascendente e inmanente, santo y amoroso, justo y misericordioso. Se revela a Sí mismo como una Trinidad—Padre, Hijo y Espíritu Santo—cada Persona completamente Dios, pero distinta en sus roles relacionales. A través de Sus acciones en la historia y la revelación última en Jesucristo, Dios se da a conocer a la humanidad, invitándonos a una relación de pacto con Él. Esta relación se caracteriza por la fe, el amor y la obediencia, mientras respondemos al Dios que es tanto infinitamente majestuoso como íntimamente personal.

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