¿Quién no heredará el reino de Dios según la Biblia?

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El concepto del "Reino de Dios" es central en la teología cristiana y es un tema recurrente a lo largo de la Biblia. Representa el gobierno y reinado soberano de Dios, tanto en el presente como en el futuro. La cuestión de quién no heredará el Reino de Dios se aborda explícitamente en varios pasajes del Nuevo Testamento, particularmente en los escritos del apóstol Pablo. Comprender estos pasajes requiere no solo una lectura cuidadosa de los textos, sino también una apreciación de la narrativa bíblica más amplia sobre el pecado, el arrepentimiento y la redención.

Uno de los pasajes más directos y frecuentemente citados sobre este tema se encuentra en la primera carta de Pablo a los Corintios. En 1 Corintios 6:9-10, Pablo escribe:

"¿O no sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No os engañéis: ni los inmorales sexuales, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los hombres que practican la homosexualidad, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores heredarán el reino de Dios." (ESV)

Aquí, Pablo proporciona una lista de comportamientos y estilos de vida que son inconsistentes con los valores del Reino de Dios. El término "injustos" sirve como un término general que abarca varias formas de fallos morales y éticos. Esta lista incluye inmoralidad sexual, idolatría, robo, avaricia, embriaguez, maledicencia (abuso verbal) y estafa. Cada uno de estos comportamientos significa un alejamiento de la santidad y justicia que Dios llama a su pueblo a encarnar.

Una lista similar aparece en Gálatas 5:19-21, donde Pablo contrasta las "obras de la carne" con el "fruto del Espíritu":

"Ahora bien, las obras de la carne son evidentes: inmoralidad sexual, impureza, sensualidad, idolatría, hechicería, enemistades, pleitos, celos, arrebatos de ira, rivalidades, disensiones, divisiones, envidia, embriaguez, orgías y cosas semejantes a estas. Os advierto, como ya os advertí antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios." (ESV)

Nuevamente, Pablo enumera comportamientos que son antitéticos a la vida en el Espíritu y los valores del Reino. Estas "obras de la carne" representan una vida vivida en oposición a la voluntad y propósitos de Dios.

Es importante notar que estos pasajes no son meramente listas de pecados, sino que son indicativos de problemas más profundos del corazón. Los comportamientos enumerados son sintomáticos de una vida que no está rendida a Dios. Reflejan un rechazo de la autoridad de Dios y una negativa a alinear la vida de uno con su voluntad. El Reino de Dios se caracteriza por justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo (Romanos 14:17), y aquellos que persisten en estos comportamientos están viviendo de una manera que es fundamentalmente incompatible con la naturaleza del Reino.

Sin embargo, es igualmente importante entender estos pasajes en el contexto de la narrativa bíblica más amplia de la redención. La Biblia enseña consistentemente que nadie está fuera del alcance de la gracia de Dios. En el versículo siguiente a la lista de aquellos que no heredarán el Reino de Dios en 1 Corintios 6, Pablo escribe:

"Y esto erais algunos de vosotros. Pero fuisteis lavados, fuisteis santificados, fuisteis justificados en el nombre del Señor Jesucristo y por el Espíritu de nuestro Dios." (1 Corintios 6:11, ESV)

Este versículo es un poderoso recordatorio del poder transformador del evangelio. Los corintios mismos habían vivido una vez en estos patrones pecaminosos, pero a través de la fe en Jesucristo, habían sido limpiados, apartados y declarados justos. Esto subraya la esperanza y posibilidad de cambio para cualquiera que se vuelva a Cristo en arrepentimiento y fe.

Las enseñanzas de Jesús también proporcionan una visión de quién no heredará el Reino de Dios. En el Sermón del Monte, Jesús enfatiza la importancia de hacer la voluntad del Padre:

"No todo el que me dice: 'Señor, Señor,' entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. En aquel día muchos me dirán: 'Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?' Y entonces les declararé: 'Nunca os conocí; apartaos de mí, obradores de maldad.'" (Mateo 7:21-23, ESV)

Aquí, Jesús deja claro que la mera profesión verbal o incluso la actividad religiosa no es suficiente para entrar en el Reino. Lo que importa es una relación genuina con Él, evidenciada por la obediencia a la voluntad de Dios. Aquellos que practican la iniquidad, a pesar de sus acciones religiosas externas, no heredarán el Reino.

La parábola de las ovejas y los cabritos en Mateo 25:31-46 ilustra aún más este punto. En esta parábola, Jesús describe el juicio final, donde los justos (ovejas) son separados de los injustos (cabritos). Los criterios para esta separación son actos de compasión y misericordia: alimentar al hambriento, acoger al extranjero, vestir al desnudo, visitar al enfermo y al encarcelado. Aquellos que no demuestran tal amor y compasión son llamados:

"Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles." (Mateo 25:41, ESV)

Esta parábola destaca que heredar el Reino de Dios está estrechamente ligado a vivir los valores del Reino, particularmente en cómo tratamos a los demás.

El Libro de Apocalipsis también habla sobre quién no heredará el Reino. En Apocalipsis 21:8, Juan escribe:

"Pero los cobardes, los incrédulos, los abominables, los asesinos, los inmorales sexuales, los hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos, su parte será en el lago que arde con fuego y azufre, que es la segunda muerte." (ESV)

Este pasaje hace eco de las listas encontradas en las cartas de Pablo, enfatizando que aquellos que persisten en estos comportamientos pecaminosos sin arrepentimiento enfrentarán la separación eterna de Dios.

En resumen, la Biblia enseña que aquellos que no heredarán el Reino de Dios son aquellos que persisten en la injusticia y se niegan a arrepentirse. Esto incluye una amplia gama de comportamientos que son contrarios a la voluntad de Dios, como la inmoralidad sexual, la idolatría, el robo, la avaricia y otros. Sin embargo, la Biblia también ofrece esperanza y seguridad de que a través de la fe en Jesucristo, cualquiera puede ser lavado, santificado y justificado. La clave es una relación genuina con Cristo, evidenciada por una vida de obediencia y amor. El Reino de Dios no se trata meramente de evitar ciertos comportamientos, sino de abrazar una nueva forma de vida que refleje el carácter y los valores del Rey.

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