¿Adoran los judíos y los cristianos al mismo Dios?

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La cuestión de si los judíos y los cristianos adoran al mismo Dios es profunda y compleja, profundamente arraigada en la historia, la teología y la identidad religiosa. Para abordar esta cuestión, debemos considerar tanto la herencia compartida como los desarrollos teológicos distintos que caracterizan al judaísmo y al cristianismo. Ambas religiones trazan sus orígenes al patriarca Abraham y comparten una parte significativa de las escrituras sagradas, sin embargo, divergen en su comprensión de la naturaleza de Dios y Su revelación a la humanidad.

En el corazón del asunto está el concepto de monoteísmo, que es central tanto para el judaísmo como para el cristianismo. Ambas religiones afirman la creencia en un Dios único, todopoderoso y trascendente que es el Creador del universo. Esta creencia compartida está encapsulada en el Shema, una declaración central de la fe judía que se encuentra en Deuteronomio 6:4: "Escucha, Israel: El SEÑOR nuestro Dios, el SEÑOR es uno". Los cristianos también afirman este principio monoteísta, como se ve en el Nuevo Testamento, donde Jesús reitera la importancia de este mandamiento (Marcos 12:29).

Las escrituras compartidas, particularmente la Biblia Hebrea o Antiguo Testamento, proporcionan una base común sobre la cual ambas religiones construyen su comprensión de Dios. Las narrativas de la creación, el pacto y la profecía son integrales tanto para la teología judía como para la cristiana, y revelan a un Dios que está profundamente involucrado en la historia de Su pueblo, guiándolo, corrigiéndolo y redimiéndolo.

Sin embargo, la divergencia comienza con la comprensión cristiana de la Trinidad. El cristianismo articula de manera única la creencia en un Dios en tres personas: el Padre, el Hijo (Jesucristo) y el Espíritu Santo. Esta doctrina de la Trinidad es una piedra angular de la teología cristiana y se ve como un misterio de fe que trasciende la comprensión humana. El Credo de Nicea, una declaración de fe cristiana formulada en el siglo IV, afirma esta creencia en un Dios trino. Los cristianos creen que Jesucristo es el Hijo de Dios encarnado, plenamente divino y plenamente humano, cuya vida, muerte y resurrección son centrales en el plan de salvación de Dios.

En contraste, el judaísmo mantiene un monoteísmo estricto que no acepta la divinidad de Jesús. Para los judíos, Dios es indivisiblemente uno, y la idea de un Dios trino es incompatible con su comprensión de la naturaleza de Dios. Jesús es considerado una figura histórica, tal vez un maestro o rabino, pero no como el Mesías o divino. La expectativa judía del Mesías es de un líder futuro que restaurará a Israel y traerá paz al mundo, un papel que no creen que Jesús haya cumplido.

La divergencia en la comprensión de Jesucristo es quizás la diferencia teológica más significativa entre las dos religiones. Para los cristianos, Jesús es la revelación última de Dios, el cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento y el medio por el cual la humanidad se reconcilia con Dios. El Evangelio de Juan comienza con una declaración teológica profunda sobre la naturaleza divina de Jesús: "En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios" (Juan 1:1). Esta identificación de Jesús con Dios es un principio central de la creencia cristiana.

Desde una perspectiva cristiana, la pregunta de si los judíos y los cristianos adoran al mismo Dios a menudo se responde con un matizado "sí, pero". Sí, en el sentido de que ambas religiones adoran al Dios de Abraham, Isaac y Jacob, el Creador y Sustentador del universo. Pero hay un significativo "pero" en que los cristianos creen en la revelación de Dios a través de Jesucristo, lo cual no es compartido por el judaísmo. Esta diferencia en la comprensión de la naturaleza de Dios y Su revelación es una distinción teológica profunda.

Es importante abordar esta cuestión con sensibilidad y respeto por ambas tradiciones religiosas. La historia de las relaciones judeo-cristianas está llena de malentendidos, persecuciones y conflictos. En las últimas décadas, ha habido un esfuerzo concertado entre muchas denominaciones cristianas para construir puentes de diálogo y reconciliación con la comunidad judía, reconociendo errores pasados y buscando un entendimiento mutuo.

El apóstol Pablo, en su carta a los Romanos, reflexiona sobre la relación entre judíos y cristianos. Expresa un profundo respeto por su herencia judía y reconoce el papel único del pueblo judío en el plan redentor de Dios. En Romanos 11, Pablo usa la metáfora de un olivo para describir la relación entre Israel y los gentiles, enfatizando que los cristianos gentiles son injertados en la rica raíz de la relación de pacto de Israel con Dios. Esta imagen subraya la continuidad y conexión entre las dos religiones, incluso cuando reconoce su distintividad.

Teológicamente, la pregunta invita a los cristianos a reflexionar sobre la naturaleza de Dios y el misterio de la revelación divina. Nos desafía a considerar cómo Dios es tanto trascendente como inmanente, cómo se revela en la historia y a través de la persona de Jesucristo. También nos anima a entablar un diálogo respetuoso con nuestros hermanos y hermanas judíos, reconociendo tanto nuestra herencia compartida como nuestras diferencias teológicas.

Al final, la pregunta de si los judíos y los cristianos adoran al mismo Dios no es meramente una investigación académica o teológica. Es una pregunta que toca la identidad, la historia y las convicciones más profundas de la fe. Nos desafía a buscar comprensión y a acercarnos unos a otros con humildad y amor, reconociendo que, como escribe el apóstol Pablo en 1 Corintios 13:12, "Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido". Hasta ese día de plena comprensión, estamos llamados a vivir en fe, esperanza y amor, buscando honrar a Dios en todo lo que hacemos.

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