¿Qué dice la Biblia sobre causar que otros pequen?

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Causar que otros pequen es un asunto serio en la fe cristiana, y la Biblia aborda este tema con grave preocupación. Las enseñanzas de Jesús y los escritos de los apóstoles proporcionan una guía clara sobre las implicaciones morales y éticas de llevar a otros al pecado. Como pastor cristiano no denominacional, creo que es crucial explorar este tema a fondo para entender la gravedad de nuestras acciones y la responsabilidad que tenemos como seguidores de Cristo.

En el Evangelio de Mateo, Jesús habla directamente sobre causar que otros pequen. Usa un lenguaje fuerte para enfatizar la severidad de tales acciones. En Mateo 18:6-7, Jesús dice:

"Si alguien hace tropezar a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que se le colgara al cuello una gran piedra de molino y se le hundiera en lo profundo del mar. ¡Ay del mundo por las cosas que hacen pecar a la gente! Tales cosas deben suceder, pero ¡ay de la persona por quien vienen!" (NVI)

Este pasaje destaca la inmensa responsabilidad que tenemos de proteger y nutrir la fe de otros, especialmente aquellos que son nuevos o vulnerables en su camino de fe. La metáfora de Jesús de la piedra de molino es una vívida ilustración de las graves consecuencias de llevar a otros por mal camino. Subraya la idea de que causar que alguien peque no es un asunto trivial, sino un fallo moral significativo con potenciales consecuencias espirituales devastadoras.

El apóstol Pablo también aborda este tema en sus cartas a las primeras comunidades cristianas. En 1 Corintios 8, Pablo discute el tema de comer alimentos sacrificados a ídolos, una práctica que era contenciosa entre los primeros cristianos. Aconseja a los corintios que sean conscientes de sus acciones y del impacto que pueden tener en otros. En 1 Corintios 8:9-13, Pablo escribe:

"Tengan cuidado, sin embargo, de que el ejercicio de sus derechos no se convierta en un obstáculo para los débiles. Porque si alguien con una conciencia débil te ve, con todo tu conocimiento, comiendo en un templo de ídolos, ¿no se animará esa persona a comer lo que se sacrifica a los ídolos? Así que este hermano o hermana débil, por quien Cristo murió, es destruido por tu conocimiento. Cuando pecas contra ellos de esta manera y hieres su conciencia débil, pecas contra Cristo. Por lo tanto, si lo que como hace que mi hermano o hermana caiga en pecado, nunca volveré a comer carne, para no hacerlos caer." (NVI)

Las palabras de Pablo nos recuerdan que nuestras acciones, incluso aquellas que pueden parecer permisibles o inofensivas para nosotros, pueden tener profundos efectos en otros. Llama a un enfoque desinteresado de nuestro comportamiento, priorizando el bienestar espiritual de otros sobre nuestras libertades personales. Este principio de considerar el impacto de nuestras acciones en otros es una piedra angular de la ética cristiana.

Además, en Romanos 14, Pablo amplía esta idea, instando a los creyentes a evitar juzgarse unos a otros y a actuar de manera que promuevan la paz y la edificación mutua. Escribe en Romanos 14:13-21:

"Por lo tanto, dejemos de juzgarnos unos a otros. En cambio, decidan no poner ningún obstáculo o trampa en el camino de un hermano o hermana. Estoy convencido, plenamente persuadido en el Señor Jesús, de que nada es impuro en sí mismo. Pero si alguien considera que algo es impuro, entonces para esa persona es impuro. Si tu hermano o hermana se angustia por lo que comes, ya no estás actuando con amor. No destruyas por tu comida a alguien por quien Cristo murió. Por lo tanto, no dejes que lo que sabes que es bueno sea hablado como malo. Porque el reino de Dios no es cuestión de comer y beber, sino de justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo, porque cualquiera que sirve a Cristo de esta manera agrada a Dios y recibe la aprobación humana. Por lo tanto, hagamos todo lo posible por hacer lo que conduce a la paz y a la edificación mutua. No destruyas la obra de Dios por causa de la comida. Toda la comida es limpia, pero es incorrecto que una persona coma algo que haga tropezar a otra." (NVI)

La exhortación de Pablo a evitar causar que otros tropiecen está arraigada en el principio del amor. Actuar con amor significa ser considerado con las debilidades de otros y abstenerse de acciones que puedan llevarlos al pecado. Este pasaje refuerza la idea de que nuestra libertad en Cristo debe ejercerse con un sentido de responsabilidad y sensibilidad hacia la condición espiritual de otros.

El concepto de causar que otros pequen también se aborda en el Antiguo Testamento. En Levítico 19:14, la ley ordena:

"No maldigas al sordo ni pongas tropiezo delante del ciego, sino teme a tu Dios. Yo soy el Señor." (NVI)

Aunque este versículo habla literalmente sobre obstáculos físicos, también sirve como una metáfora para causar que otros pequen. El principio subyacente es uno de compasión y respeto por los demás, reconociendo sus vulnerabilidades y evitando acciones que puedan dañarlos.

Además de las enseñanzas bíblicas, la literatura cristiana y las reflexiones teológicas proporcionan más ideas sobre las implicaciones éticas de causar que otros pequen. En su obra clásica "Mero Cristianismo", C.S. Lewis discute la importancia de considerar el impacto de nuestras acciones en otros. Escribe:

"Cuando te comportas como si amaras a alguien, pronto llegarás a amarlo. Si hieres a alguien que no te gusta, te encontrarás a ti mismo disgustándolo más. Si le haces un favor, te encontrarás disgustándolo menos." (Lewis, Mero Cristianismo, Libro 3, Capítulo 9)

La reflexión de Lewis sobre el poder transformador del amor y la bondad subraya la importancia de actuar de manera que edifiquen a otros en lugar de llevarlos al pecado. Al elegir actuar con amor, contribuimos al crecimiento espiritual y al bienestar de quienes nos rodean.

Además, los escritos de los Padres de la Iglesia primitiva, como Agustín de Hipona, también abordan la responsabilidad moral de los creyentes. En su obra "Confesiones", Agustín reflexiona sobre la naturaleza del pecado y la importancia de llevar una vida que honre a Dios y edifique a otros. Escribe:

"Porque eres tú, oh Señor, quien me juzga. Porque aunque nadie 'conoce las cosas de un hombre, excepto el espíritu del hombre que está en él', hay algo más en el hombre que ni siquiera el espíritu del hombre que está en él conoce. Pero tú, oh Señor, sabes todo sobre él, porque tú lo has hecho." (Agustín, Confesiones, Libro X, Capítulo 5)

El reconocimiento de Agustín de la omnisciencia de Dios y los mecanismos internos del corazón humano nos recuerda que nuestras acciones siempre son observadas por Dios. Esta conciencia debería inspirarnos a vivir de una manera que refleje el amor y la justicia de Dios, evitando acciones que puedan llevar a otros al pecado.

En resumen, la Biblia proporciona enseñanzas claras y convincentes sobre la seriedad de causar que otros pequen. Las severas advertencias de Jesús, las exhortaciones de Pablo y los principios éticos encontrados a lo largo de las Escrituras enfatizan la responsabilidad que tenemos de proteger y nutrir la fe de otros. Nuestras acciones, incluso aquellas que pueden parecer insignificantes, pueden tener profundas consecuencias espirituales para quienes nos rodean. Como seguidores de Cristo, estamos llamados a actuar con amor, considerando el impacto de nuestro comportamiento en otros y esforzándonos por edificarlos en su fe. Al hacerlo, honramos a Dios y contribuimos al florecimiento de Su reino.

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