¿Cuál es el significado de que a Jesús se le llame el 'Hijo unigénito'?

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El término "engendrado" aplicado a Jesucristo en el Nuevo Testamento es un concepto teológico profundo y significativo que ha sido objeto de mucha discusión y reflexión dentro del pensamiento cristiano. Este término se encuentra más prominentemente en el Evangelio de Juan, particularmente en Juan 3:16, que dice: "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna" (RVR1960). Comprender la importancia de que Jesús sea llamado el "Hijo engendrado" requiere que profundicemos en los matices del lenguaje bíblico, el contexto histórico de la teología cristiana primitiva y las implicaciones para nuestra comprensión de quién es Jesús en relación con Dios el Padre.

El Contexto Lingüístico y Teológico

La palabra "engendrado" se deriva del término griego "monogenēs", que a menudo se traduce como "unigénito" o "único". Este término se utiliza para enfatizar la relación única e incomparable entre Jesús y Dios el Padre. En el mundo antiguo, el término "engendrado" se usaba comúnmente para describir la relación entre un padre y un hijo, indicando una conexión directa e íntima. Sin embargo, cuando se aplica a Jesús, trasciende las meras connotaciones biológicas y entra en el ámbito del misterio divino.

El Credo de Nicea, una declaración esencial de la fe cristiana formulada en el siglo IV, afirma este entendimiento al declarar a Jesús como "engendrado, no creado, de la misma sustancia que el Padre". Esta frase fue elaborada para contrarrestar varias herejías que amenazaban a la iglesia primitiva, como el arrianismo, que negaba la plena divinidad de Cristo. Al afirmar que Jesús es "engendrado, no creado", el credo enfatiza que Jesús comparte la misma esencia divina que el Padre, distinguiéndolo de toda la creación.

La Generación Eterna del Hijo

Uno de los conceptos teológicos clave vinculados a que Jesús sea el "Hijo engendrado" es la doctrina de la generación eterna del Hijo. Esta doctrina afirma que el Hijo es eternamente engendrado del Padre, lo que significa que nunca hubo un momento en que el Hijo no existiera. Esto no debe entenderse en un sentido temporal, sino más bien como una verdad eterna sobre la naturaleza de la relación divina dentro de la Trinidad.

El Evangelio de Juan comienza con una poderosa declaración de esta verdad: "En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios" (Juan 1:1, RVR1960). Aquí, el "Verbo" (Logos) se identifica con Jesús, subrayando su preexistencia y su papel activo en la creación. Juan elabora más en Juan 1:14, "Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros, y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad" (RVR1960). El uso de "unigénito" aquí refuerza la relación única y eterna entre Jesús y el Padre.

La Relación Dentro de la Trinidad

La importancia de que Jesús sea el "Hijo engendrado" también habla de las dinámicas relacionales dentro de la Trinidad. La Trinidad, compuesta por el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, es un principio central de la teología cristiana. Cada persona de la Trinidad es plenamente Dios, sin embargo, son personas distintas con atributos relacionales únicos.

Al llamar a Jesús el "Hijo engendrado", la Escritura revela la relación íntima y amorosa entre el Padre y el Hijo. Esta no es una relación de jerarquía o subordinación, sino de amor mutuo y esencia compartida. El mismo Jesús habla de esta relación en Juan 10:30, diciendo: "Yo y el Padre uno somos" (RVR1960). Esta unidad se destaca aún más en la oración sacerdotal de Jesús en Juan 17, donde ora para que sus seguidores sean uno como Él y el Padre son uno.

La Encarnación y la Redención

El término "engendrado" también tiene implicaciones significativas para comprender la encarnación y la obra redentora de Cristo. La encarnación, el acto del Verbo haciéndose carne, es la demostración suprema del amor de Dios y el cumplimiento de su plan redentor para la humanidad. Al encarnarse, el "Hijo engendrado" entró en la condición humana, plenamente divino y plenamente humano, para reconciliar a la humanidad con Dios.

Hebreos 1:3 captura bellamente esta verdad: "El cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas" (RVR1960). Como el "Hijo engendrado", Jesús encarna la plenitud de la gloria de Dios y actúa como el mediador perfecto entre Dios y la humanidad.

El apóstol Pablo expone aún más la importancia de la obra redentora de Jesús en Filipenses 2:6-8, donde escribe: "El cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz" (RVR1960). A través de su muerte y resurrección, el "Hijo engendrado" logró la salvación para todos los que creen, ofreciendo vida eterna y reconciliación con Dios.

El Amor del Padre

La designación de Jesús como el "Hijo engendrado" también resalta el profundo amor del Padre. Juan 3:16, uno de los versículos más citados de la Biblia, encapsula esta verdad: "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna" (RVR1960). La entrega del "Hijo engendrado" es la expresión suprema del amor divino, un amor que es sacrificial, incondicional y redentor.

Este amor no se limita a unos pocos selectos, sino que se extiende a todo el mundo. La disposición del Padre para dar a su "Hijo engendrado" subraya la profundidad de su deseo de que todas las personas lleguen a conocerlo y experimenten la plenitud de la vida en Cristo. Es un amor que invita a la respuesta, llamando a las personas a la fe y la confianza en el "Hijo engendrado" como el camino a la vida eterna.

La Seguridad de los Creyentes

Para los creyentes, la importancia de que Jesús sea el "Hijo engendrado" proporciona seguridad y esperanza. Como el "Hijo engendrado", Jesús es la revelación perfecta del Padre, el que nos da a conocer a Dios. En Juan 14:9, Jesús le dice a Felipe: "El que me ha visto a mí, ha visto al Padre" (RVR1960). Esta seguridad significa que al conocer a Jesús, llegamos a conocer el corazón mismo de Dios.

Además, la relación entre el "Hijo engendrado" y el Padre asegura a los creyentes de su propia relación con Dios. A través de la fe en Cristo, los creyentes son adoptados en la familia de Dios, convirtiéndose en hijos de Dios y coherederos con Cristo. Como escribe Pablo en Romanos 8:15-17: "Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados" (RVR1960).

Conclusión

La importancia de que Jesús sea llamado el "Hijo engendrado" es multifacética y está profundamente arraigada en el núcleo de la teología cristiana. Habla de la relación eterna dentro de la Trinidad, el profundo amor del Padre, la misión redentora de Cristo y la seguridad de los creyentes. Es un término que nos invita a contemplar el misterio de lo divino y a responder en fe al Dios que se ha dado a conocer a nosotros a través de su "Hijo engendrado". Al abrazar esta verdad, encontramos no solo una visión teológica, sino también una comprensión transformadora de nuestra relación con Dios y sus propósitos eternos para nuestras vidas.

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