El Nuevo Testamento sirve como el cumplimiento y continuación de la narrativa bíblica introducida en el Antiguo Testamento, enfocándose en la vida, enseñanzas y obra redentora de Jesucristo y el establecimiento subsiguiente de la iglesia cristiana. Los Evangelios forman la piedra angular del Nuevo Testamento, cada uno ofreciendo una perspectiva distinta sobre el ministerio terrenal de Jesús, enfatizando su papel mesiánico, su alcance compasivo y su naturaleza divina. Tras los Evangelios, los Hechos de los Apóstoles relatan la expansión dinámica del cristianismo a través de la iglesia primitiva, liderada por el Espíritu Santo y marcada tanto por eventos milagrosos como por intensas persecuciones. Las epístolas, principalmente escritas por el Apóstol Pablo, abordan diversos problemas doctrinales, dilemas éticos y desafíos dentro de las comunidades cristianas tempranas, proporcionando profundos conocimientos teológicos y guía práctica para vivir una vida cristiana. Finalmente, el libro de Apocalipsis cierra el Nuevo Testamento con una visión apocalíptica profunda, ofreciendo esperanza y aliento a través de su representación del triunfo definitivo de Dios sobre el mal. Juntos, estos escritos no solo documentan la fundación del cristianismo, sino que también ofrecen lecciones perdurables sobre la fe, la esperanza y el amor.