Esteban es una figura prominente en el Nuevo Testamento, específicamente en el Libro de los Hechos, y su vida y martirio tienen una importancia teológica e histórica significativa en el cristianismo primitivo. Para entender quién era Esteban, es esencial profundizar en el contexto de su vida, su papel en la iglesia primitiva, su profundo discurso ante el Sanedrín y las implicaciones de su martirio.
Esteban aparece por primera vez en Hechos 6, donde se le presenta como uno de los siete hombres elegidos para ayudar a los apóstoles gestionando la distribución de alimentos a las viudas judías helenísticas. Esta tarea era crucial ya que permitía a los apóstoles centrarse en la oración y el ministerio de la palabra (Hechos 6:1-4). Los criterios de selección para estos hombres eran que debían estar "llenos del Espíritu y de sabiduría" (Hechos 6:3). Esteban se destaca particularmente como "un hombre lleno de fe y del Espíritu Santo" (Hechos 6:5), lo que prepara el escenario para su papel significativo en la iglesia primitiva.
El ministerio de Esteban se caracterizó por su poderosa predicación y la realización de "grandes maravillas y señales entre el pueblo" (Hechos 6:8). Su sabiduría y espíritu eran tan convincentes que los miembros de la Sinagoga de los Libertos no podían enfrentarse a él (Hechos 6:9-10). Esto llevó a una conspiración en su contra, donde falsos testigos lo acusaron de blasfemia contra Moisés y Dios, afirmando que hablaba contra el lugar santo y la ley (Hechos 6:11-14).
La defensa de Esteban ante el Sanedrín, registrada en Hechos 7, es uno de los discursos más elocuentes y completos del Nuevo Testamento. Comienza relatando la historia de Israel, desde Abraham hasta Salomón, enfatizando la fidelidad de Dios y la repetida desobediencia de los israelitas. Destaca figuras clave como José y Moisés, mostrando cómo Dios trabajó a través de ellos a pesar de la resistencia del pueblo. El discurso de Esteban sirve como una crítica teológica a las autoridades judías, señalando su incapacidad para reconocer a Jesús como el Justo profetizado en las Escrituras.
Uno de los elementos más destacados del discurso de Esteban es su énfasis en el verdadero lugar de morada de Dios. Cita Isaías 66:1-2, diciendo: "El cielo es mi trono, y la tierra es el estrado de mis pies. ¿Qué clase de casa me construirán? dice el Señor. ¿O dónde estará mi lugar de descanso? ¿No ha hecho mi mano todas estas cosas?" (Hechos 7:49-50). Esta crítica del templo subraya la idea de que la presencia de Dios no está confinada a un edificio, sino que es accesible a través de Jesucristo.
El discurso de Esteban culmina en una acusación directa contra el Sanedrín: "¡Gente terca! Sus corazones y oídos aún están incircuncisos. ¡Son como sus antepasados: siempre resisten al Espíritu Santo! ¿Hubo alguna vez un profeta que sus antepasados no persiguieran? Incluso mataron a los que predijeron la venida del Justo. Y ahora ustedes lo han traicionado y asesinado, ustedes que recibieron la ley dada por medio de ángeles pero no la han obedecido" (Hechos 7:51-53). Esta audaz proclamación lleva a su martirio.
La reacción del Sanedrín es de furia. Arrastran a Esteban fuera de la ciudad y lo apedrean. Mientras es apedreado, Esteban ora: "Señor Jesús, recibe mi espíritu" y "Señor, no les tomes en cuenta este pecado" (Hechos 7:59-60). Estas palabras reflejan las propias palabras de Jesús en la cruz, mostrando el perdón y la fe de Esteban, semejantes a los de Cristo, incluso frente a la muerte.
El martirio de Esteban es significativo por varias razones. En primer lugar, marca la primera instancia registrada de un cristiano siendo martirizado por su fe, estableciendo un precedente para los innumerables mártires que seguirían. Su muerte también sirve como catalizador para la expansión del cristianismo. Hechos 8:1 señala que "se desató una gran persecución contra la iglesia en Jerusalén, y todos, excepto los apóstoles, se dispersaron por Judea y Samaria." Esta dispersión llevó a la mayor difusión del evangelio, cumpliendo el mandato de Jesús de ser sus testigos "en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra" (Hechos 1:8).
La historia de Esteban también introduce a Saulo de Tarso, quien más tarde se convierte en el apóstol Pablo. Saulo está presente en la lapidación de Esteban, aprobando su muerte (Hechos 8:1). Este evento marca el comienzo de la intensa persecución de Saulo contra la iglesia, que finalmente lleva a su dramática conversión y papel fundamental en la expansión del cristianismo.
Teológicamente, el martirio de Esteban subraya el costo del discipulado y el llamado a testificar fielmente la verdad del evangelio, incluso hasta la muerte. Su visión de Jesús de pie a la derecha de Dios (Hechos 7:55-56) afirma la posición exaltada de Cristo y proporciona un poderoso testimonio de la creencia cristiana primitiva en la autoridad divina de Jesús y su victoria sobre la muerte.
En la literatura cristiana, Esteban es a menudo celebrado como el protomártir, el primero en una larga línea de testigos que dieron sus vidas por su fe. Su historia ha inspirado a innumerables creyentes a mantenerse firmes en su fe, sin importar el costo. Los padres de la iglesia primitiva como Agustín y Crisóstomo han escrito extensamente sobre Esteban, destacando sus virtudes de fe, sabiduría y valentía.
En resumen, la vida y el martirio de Esteban son un testimonio profundo del poder del Espíritu Santo obrando a través de creyentes ordinarios para lograr cosas extraordinarias. Su fe inquebrantable, testimonio convincente y perdón semejante al de Cristo frente a la muerte sirven como un poderoso ejemplo para todos los cristianos. Su historia es un recordatorio de que el llamado a seguir a Jesús es un llamado a testificar fielmente, incluso frente a la oposición y el sufrimiento. A través del ejemplo de Esteban, vemos el poder transformador del evangelio y la esperanza duradera que proviene de una vida completamente entregada a Cristo.